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  LA DISCIPLINA DE DIOS
 

LA DISCIPLINA DE DIOS

 

Escrito por el hermano Watcman Nee

 

Watcman Nee llegó a ser cristiano en la China continental en 1920, a los 17 años de edad, y en ese mismo año comenzó a producir sus primeros escritos. En casi 30 años de ministerio se demostró claramente que él era un don especial que el Señor Jesús dio a Su Cuerpo, la Iglesia con el fin de adelantar Su Obra en esta era.  En el 1952 Wathman Nee fue encarcelado por el gobierno comunista y permaneció en presión hasta su muerte en 1972. Sus escritos siguen siendo una rica fuente de revelación y provisión para el pueblo cristiano de todo el mundo.

 

La disciplina de Dios: ¿Qué debe esperar una persona que llega a ser cristiana? No debemos darle falsas esperanzas, sino explicarle que encontrará muchos problemas, pero tiene un propósito con esto. Podemos esperar muchas pruebas y tribulaciones, Pero ¿Qué propósito y que significado tienen? Los hijos de Dios no deben tener en poco la disciplina del Señor. Si Él nos trae cierto castigo debemos recibirlo. Todo lo que él nos asigna tiene propósito y significado, pues Él desea edificarnos mediante las experiencias y circunstancias.  Toda disciplina que venga de Él tiene como fin perfeccionarnos y santificarnos.

 

Uno. La actitud de los que se someten a la disciplina. A. En la lucha contra el pecado aún no hemos resistido hasta la sangre. Examinemos a Hebreos 12:2-13. Heb 12:2 mirando a Jesús, autor y consumador de nuestra fe, el cual por el gozo que fue puesto delante de él, soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra de Dios. Heb 12:3 Pues considerad a aquel que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis, desmayando en vuestras almas. Heb 12:4 No habéis resistido todavía hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; Heb 12:5 y habéis olvidado la exhortación que arguye con vosotros, como con hijos, diciendo: Hijo mío, no tengas en poco la corrección del Señor, ni desfallezcas cuando eres reprendido por él; Heb 12:6 porque a quien ama el Señor, le castiga y azota a cada uno que recibe por hijo. Heb 12:7 Si soportáis la corrección, Dios os trata como  hijos suyos; pues ¿qué hijo hay a quien su padre no le castigue? Heb 12:8 Más si estáis sin la corrección, de la cual han participado todos los hijos suyos, entonces sois bastardos, y no hijos. Heb 12:9 Además, nosotros hemos tenido nuestros padres naturales, los cuales nos han castigado, y los reverenciábamos: ¿No nos hemos de someter pues con mucha más razón al Padre de los espíritus, y vivir? Heb 12:10 Porque aquéllos en verdad nos castigaron por unos pocos días, según les parecía; mas éste, para nuestro provecho, para que participemos de su santidad. Heb 12:11 Ninguna corrección por el presente parece ser motivo de gozo, sino antes, de tristeza; empero más tarde, produce el fruto apacible de justicia para los que son ejercitados por medio de ella. Heb 12:12 Por lo cual, alzad las manos que están caídas, y fortaleced las rodillas que titubean; Heb 12:13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que no se descamine lo que es cojo, sino antes, que sea sanado.

 

Heb 12:4 nos dice: “No habéis resistido todavía hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. El Apóstol dice que los creyentes hebreos habían luchado contra el pecado, todavía no habían resistido hasta la sangre. Si comparamos nuestro sufrimientos con los de nuestro Señor, veremos que son bastantes leves. El vehículo 2 nos dice: “que el Señor Jesús menospreció el oprobio y sufrió la cruz. Lo que los creyentes sufren no se puede comparar con lo que el Señor Jesús sufrió. El Señor Jesús menospreció el oprobio y sufrió la cruz hasta el punto de derramar su sangre. Aunque los creyentes hebreos habían sufrido y llevado la cruz, no habían combatido hasta la sangre.

 

B. ¿Por qué sufrimos? ¿Qué debe esperar una persona después de ser salva? No debemos dar falsas esperanzas a los hermanos. Debemos mostrarle que encontraremos muchos problemas. Sin embargo, el propósito y el designo de Dios está detrás de todo ellos. Podemos contar con que enfrentaremos muchos problemas y tribulaciones, pero, ¿cuál es el propósito y la razón que yace detrás de todas tribulaciones? A menos que el Señor nos conceda el privilegio de convertirnos en mártires, probablemente no tendremos la oportunidad de luchas contra el pecado hasta la sangre. Aunque no resistamos hasta la sangre, lo importante es que estamos resistiendo. ¿Por qué nos suceden estas cosas a nosotros?

 

C. No desmayar ni menospreciar la disciplina de Dios. El versículo 5 y 6 dice: “y habéis olvidado la exhortación que arguye con vosotros, como con hijos, diciendo: Hijo mío, no tengas en poco la corrección del Señor, ni desfallezcas cuando eres reprendido por él; porque a quien ama el Señor, lo disciplina y corrige a cada uno que recibe por hijo”. El Apóstol Pablo citó en esta porción el libro de proverbio,  que esta en el Antiguo testamento. Dijo, que si el Señor nos disciplina, no debemos menospreciar la disciplina como algo sin importancia, y si el Señor nos reprende, no debemos desmayar. Así debe racionar el creyente.

 

Algunos consideran triviales las dificultades, los sufrimientos y la disciplina que Dios les manda. Otros, desmayan cuando el Señor los reprende y los tiene en sus manos. Piensan que ya han sufrido demasiado como cristianos en medio de circunstancias y que la vida cristiana es muy difícil. Quieren que el camino sea suave. Tienen la idea de que entrar por puertas de perlas y caminarán por calles de oro con vestiduras de lino blanco. No se les ocurre que los cristianos experimentan toda clase de dificultades que encuentran en el camino. El libro de proverbio nos muestra que ambas actitudes son incorrectas.

 

D. No menosprecias la disciplina del Señor Jesús. Los hijos de Dios nos deben menosprecias la disciplina de de Dios. Si el Señor nos disciplina debemos prestar mucha atención. Todo lo que el Señor Jesús nos asignas, nos los asigna con un propósito específico. El desea edificarnos por medio de nuestras experiencias y circunstancias. Él nos disciplina con el propósito de perfeccionarnos y santificarnos.  La disciplina que trae sobre nosotros forja su naturaleza en nosotros. Como resultado, adquirimos un carácter disciplinad. Este es el propósito de la disciplina del Señor Jesús. Él no nos castiga sin motivo. Nosotros no sufrimos al azar. Dios no nos hace pasar por tribulaciones simplemente para hacernos sufrir. El propósito de todo sufrimiento es que podamos participar de la Naturaleza de Dios. Esta es la meta de la Disciplina de Dios.

 

Muchos hijos de Dios han sido salvos durante 8 o 10 años. Sin embargo, nunca dicen: “El Señor Jesús me está disciplinando, corrigiendo, castigando y moldeándome para hacerme un baso útil en Su Iglesia”.  No ven el propósito que Dios tiene al disciplinarlos, y esculpirlos.  Pasan ciegamente por sus experiencias. No se preguntan  acerca de lo que atraviesan hoy, y lo dejan pasar inadvertidamente: no les incomoda lo que ven al día siguiente, y no se preguntan cual es la Voluntad de Dios, y continuamente la desatienden. Les parece que Dios hace sufrir a sus hijos por crueldad. Tengan presente que la primera reacción de los hijos debe ser, respetar, honrar la disciplina de Dios. No debemos tenerla en poco, es decir, no debemos ser descuidados acerca de ella, pues, en tal caso indicamos que Dios puede hacer lo que desee y nosotros simplemente lo aceptamos sin entenderlo, pues nos parece que lo que Él hace no tiene ningún objetivo, al menospreciar la disciplina. Por otra, no debemos hacer demasiados escándalos al respecto. Si la vida cristiana se convierte exclusivamente en una historia de sufrimiento e incomodidades, nos desanimaremos mucho. A esto me refiero cuando digo que podemos exagerar la nota al aprender y aceptar la disciplina del Señor Jesús. Y comprender que la disciplina que nos inflige y el oprobio que llevamos, siempre tienen un propósito. Así que, no debemos desanimarnos cuando somos disciplinados.

 

Dos. El Señor disciplina al que ama.  El versículo 6 nos dice: “porque a quien ama el Señor, lo disciplina y lo corrige a cada uno que recibe por hijo”.

 

A. La disciplina es dispuesta por el Señor Jesús. Dios no disciplina a la gente del mundo. Él solamente disciplina y corrige a los que ama. Él nos disciplina porque nos ama y desea hacernos dignos suyos.  Dios no disciplina a todo el mundo, pero sí corrige a sus propios hijos. Porque los ama por consiguiente, la disciplina es la provisión del amor que Dios nos asigna. La disciplina nos trae un gran beneficio porque nos conduce a la meta más excelsa de la creación. Dios corrige a todo hijo que recibe. Todos los que son corregidos tienen una base sólida para afirmar que Dios lo recibió. Los azotes nos indican que Dios nos rechaza: Al contrario, son una evidencia de que Él nos ha aceptado. Repito que Dios no corrige a todo el mundo, el desea dedicar su tiempo a si hijos a quienes ama y ha recibido.

 

B. La disciplina de Dios es la educación que el padre da. Una vez que uno es salvo, usted debe prepararse a aceptar la disciplina de Dios.  Si uno nos es hijo de Dios Él lo deja sin castigo y si corrección y permite que uno lleve una vida indisciplinada y tome su propio camino. Un padre no disciplina a su hijo sin propósito ni alo azar. Adiestrará a su hijo según cierto principio, como por ejemplo honestidad, diligencia, paciencia y nobles aspiraciones. El padre tiene un plan definido al disciplinar a sus hijos y los moldea para que desarrollen cierto carácter. Del mismo modo, desde el día que fuimos salvos, Dios ha estado operando en nosotros según un plan definido. Por esta causa, Él dispone las cosas, nos disciplina y nos castiga. Su meta es hacernos cierta clase de personas. Al comienzo de la vida cristiana, todo hijo de Dios debe darse cuenta de que Dios ha preparado muchas lecciones para él y ha tomado las medidas necesarias disponiendo las circunstancias, las experiencias y los sufrimientos, con el propósito de producir cierto carácter. Esto es lo que Dios hace hoy, y lo lleva a cabo haciéndonos pasar por toda clase de circunstancias y sufrimientos.

 

Desde el momento mismo en que somos salvos, tenemos que reconocer la mano de Dios, la cual nos guía en toda circunstancia.  Las situaciones difíciles y los azotes que Dios ha puesto para nosotros, llegarán.  Tan pronto nos salgamos del camino recto, su mano estará sobre nosotros y nos castigará para hacernos volver al camino. Todo hijo de Dios debe estar preparado para aceptar la mano disciplinaria de Dios. Dios nos disciplina porque somos sus hijos.  Él no derrocha esfuerzos en los demás,  pues no disciplina a quienes no sea sus hijos amados. Solamente los cristianos pueden participar de los azotes de la disciplina de Dios. Los azotes y la disciplina de Dios expresan el amor y la aceptación de Dios.

 

C. la disciplina de Dios no es un castigo sino una gloria. Nosotros recibimos disciplina, no castigo. El castigo es la retribución por nuestros errores, mientras que la disciplina tiene el propósito de educarnos. Somos castigados por haber hecho algo incorrecto, y también por nuestros errores, pero se aplica con mira al futuro. Fuimos llamados a permanecer en el Nombre del Señor Jesús, le pertenecemos a Él. Tenemos que estar preparados ahora para permitir que Dios nos haga vasos de gloria para Él. Puedo decir con confianza que Dios desea que cada uno de sus hijos lo glorifique en ciertas áreas. Todo hijo de Dios lo debe glorificar.  Sin embargo, cada uno lo hace de diferente manera. Podemos glorificar a Dios en las diferentes circunstancias. Así, Dios es glorificado de una manera completa. Cada cual tiene su porción en su área especificada. Dios desea crear cierto carácter en nosotros que lo glorifique a Él. Nunca hemos visto que un hijo de Dios haya sido exento de la mano disciplinaria de Dios, la cual lleva a cabo lo que Él dispuso.

 

D. Desconocer la disciplina de Dios es una gran perdida. Los hijos de Dios verdaderamente experimentarán una gran perdida sino entienden la disciplina.  Muchas personas llevan durante años vida llena de necedad a los ojos de Dios. Les es imposible avanzar. Si no tienen idea de lo que el Señor Jesús desea hacer en ellos. Él tiene un propósito en todo lo que hace y actúa con el propósito de moldear un carácter sólido en nosotros para que podamos glorificar su nombre. Toda disciplina de Dios tiene como fin hacernos avanzar en este camino.

 

Tres.  Soportamos por causa de la disciplina de Dios. El Apóstol Pablo cito a proverbio cuando se dirigió a los creyentes hebreos. En el versículo 7 nos explica la cita de proverbio que consta en los versículos 5 y 6 diciendo: “Es para vuestra disciplina que soportáis”. En el Nuevo Testamento ésta es la primera explicación que hayamos del tema y es un pasaje crucial. Aquí el Apóstol Pablo nos muestra que soportáis, padecer y experimentar la disciplina de Dios es la misma cosa. Dios está aplicándonos su disciplina. Se nos muestra que experimentar esta disciplina equivale a soportar. Soportamos teniendo en mira la disciplina.  

 

A. Los sufrimientos son las disciplinas que Dios nos aplica. Quizás algunos se pregunten, ¿Qué es la disciplina de Dios? ¿Por qué nos disciplina? Los versículos 2 y 4 hablan de sufrir la cruz, menospreciar el oprobio y combatir contra el pecado, mientras que los versículos 5 y 6 nos presentan la disciplina y los azotes. ¿Qué relación existe entre estas dos cosas? ¿Qué son la disciplina y los azotes mencionados en los vehículos 5 y 6, y que son el oprobio, la aflicción y el combate contra el pecado, que constan en los versículos 2 y 4?  El vehículo 7 es la conclusión de los vehículos 2 y 6 y nos muestra que lo que soportamos es la disciplina de Dios. Así que, los sufrimientos, el oprobio y las aflicciones son parte de la disciplina de Dios. Aunque nuestra resistencia en contra del pecado no haya llegado hasta la sangre, aún si, la tribulación y los padecimientos que atravesamos son parte de la disciplina de Dios.

 

¿Cómo nos disciplina Dios? Sus disciplinas se relacionan con todos aquellos que Él hace, que experimentamos y con todo lo que Él nos dice que soportemos. La disciplina de Dios no es algo diferente a esto, es aquellos que tenemos que afrontar todos los días, como por ejemplo, palabras que nos ofenden, rostros duros, lenguas hirientes, respuestas ásperas y mordaces, criticas infundadas, problemas inesperados, oprobios, acciones irresponsables que nos afectan y otros problemas que surgen en la familia. Algunas veces pueden ser enfermedades, pobrezas, aflicción o dificultades. Nos encontramos con muchas circunstancias y soportamos muchas cosas. El Apóstol Pablo dijo que todo esto constituye la disciplina de Dios, y nosotros la soportamos por causa de nuestra disciplina.

 

B. Ninguna Experiencia es casualidad. La pregunta que debemos hacernos es, ¿Como debemos responder cuando alguien nos mira mal? Si es mirada es parte de la disciplina de Dios, ¿Cómo debo reaccionar? Si nuestro negocio fracasa debido a la negligencia de otro, ¿Cómo vamos a reaccionar? si Dios usa la poca memoria de otra persona para disciplinarnos, ¿qué debemos hacer?  Si nos enfermamos por el descuido de otra persona, que nos contagia su mal, ¿Cómo debemos afrontarlo? Si todo se nos viene encima nos rodean las desgracias, ¿Qué diremos? Si todo nos sale mal por causa de la disciplina de Dios, ¿Qué vamos a hacer?

 

Hermanos y hermanas, nuestra respuesta a todos estos es determinar nuestra condición. Podemos considerar todas las cosas en nuestro ambiente como simple casualidad, o podemos considerarla como la disciplina de Dios. Estas son dos actitudes completamente diferentes. Lo que el Apóstol Pablo presenta aquí es muy claro, él dice que soportamos por causa de la disciplina. No crea que estas cosas intolerables no sean parte de la disciplina de Dios. No piense neciamente que son mera coincidencia. Debemos tener presente que dispone nuestras circunstancias diaria y la dosifica, Dios dispone todas nuestra circunstancias diarias y las glorificas para aplicárnoslas como disciplina.

 

C. Dios disciplina a sus hijos. El vehículo 7 añade: “Dios os trata como a hijos. Porque que hijo es aquel que el padre no disciplina”. Lo que experimentamos cotidianamente es la disciplina de Dios. Todas las circunstancias que atravesamos son parte de la disciplina que Dios nos aplica por ser sus hijos. Tengan presente que la disciplina no tiene como fin afligirnos, pues es la manera en que Dios nos honra. Muchos tienen el concepto erróneo de que Dios lo castiga porque desea torturarlo. No. Dios nos disciplina porque desea honrarnos y porque somos sus hijos. ¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Dios nos honra con su disciplina. Puesto de que somos hijos de Dios, debemos ser disciplinados. Dios nos castiga para que podamos recibir la bendición y la gloria. No pensemos que Dios nos atormenta. Ya que Él es nuestro Padre, nos disciplina.

 

D. Reconozcamos la mano del Padre. Vemos un gran contraste entre una persona que comprende que sus circunstancias son dispuestas por Dios y una que no, aquella verá sus experiencias de diferentes manera a ésta. Si alguien me golpea con un bastón, yo tal vez discuta con él o le arrebate el bastón, y lo quiebre y se lo arroje en la cara. Esta reacción es perfectamente justa. Pero si es mi padre quien me castiga con el bastón, puedo arrebatárselo, quebrárselo y tirarselo en la cara. Yo no puedo hacer eso. Por el contrario hasta cierto punto no sentimos honrado de que nuestro padre nos discipline.

 

La señora guyon decía: “besare el látigo que me castiga y la mano que me abofetea”. No olviden que es la mano del padre y la vara del padre. Esto es diferente. Si fuera una experiencia ordinaria, no perderíamos nada al resistirla. Pero éste no es un encuentro ordinario, es la mano de Dios y el castigo de Dios, cuya meta es hacernos participe de su Naturaleza y Carácter. Una vez que vemos estos no murmuramos ni nos quejaremos. Cuando nos damos cuenta de que es el padre que nos está disciplinando, uno no puede demostrar que es hijo de Dios sino es disciplinado por Él. La disciplina que se recibe es la constancia de que es hijo.

 

Todos los hijos son participante de la disciplina. Todo hijo de Dios debe ser disciplinado y corregidos, y usted no es la acepción,  a menos que no sea un hijo natural, adoptado o comprado. Las palabras del Apóstol Pablo son muy directas. Todos los hijos participan de la disciplina. Si uno es hijo de Dios no debe esperar un trato diferente, pues todos son tratados de la misma manera. Todos los que vivieron en el tiempo de Pablo o de Pedro, experimentaron esto. Lo mismo se explica en la actualidad, cualquier país del mundo. Nadie está exento.  

 

Uno no puede tomar un camino por cual otro hijo de Dios nunca ha andado. Ningún hijo de Dios ha tomado en que no se encuentre con la disciplina. Si un hijo de Dios es lo suficientemente insensato como para pensar que puede navegar sin contratiempo alguno en su vida y en su trabajo, y que puede escapar de la disciplina de Dios, da a entender que es bastando, que no es un verdadero hijo. Debemos comprender que la dificultad es la señal y la evidencia de que somos hijos de Dios. Quienes no son disciplinados son bastardos o pertenecen a otra familia y no a la familia de Dios.

 

Cuatro. Nos sometemos a la disciplina del Padre de los espíritus. Leemos en el vehículo 9: “Además, nosotros hemos tenido nuestros padres naturales, los cuales nos han castigado, y los reverenciábamos: ¿No nos hemos de someter pues con mucha más razón al Padre de los espíritus, y vivir”? Esto nos muestra que la filiación nos conduce a la disciplina, y ésta produce su misión. Debido a que somos hijos experimentamos la disciplina: puesto que ésta nos es aplicada produce en nosotros su misión. Dios ordena todas nuestras circunstancias de adiestrarnos. No encierra de tal manera que no tenemos más remedio que seguir su camino.

 

No sujetamos a Dios en dos asuntos. Debemos obedecer a Dios en dos asuntos, obedecer sus mandamientos y obedecer su corrección. Por una parte, tenemos que obedecer la palabra de Dios, sus mandamientos tenemos que obedecer, los preceptos que constan en la Biblia. Por otra parte nos debemos sujetar a lo que Dios hace en nuestras circunstancias. Debemos hacer caso al castigo que nos inflige. En muchas ocasiones es suficiente obedecer la palabra de Dios. Pero hay caso en que también tenemos que sujetarnos a la disciplina de Dios. Él ha dispuesto muchas cosas en nuestro ambiente, y nosotros debemos aprovechar esto y aprender las lecciones que ellas nos ofrecen. Este es el beneficio que Dios ha establecido para nosotros.

 

La obediencia no es una simple palabra. Muchos hermanos preguntan: ¿A qué tengo que obedecer? La respuesta es simple. Podemos pensar que no tenemos que obedecer nada, pero cuando Dios nos disciplina un poquito, inmediatamente procuramos escapar. Es extraño que muchas personas que parecen no tener ningún mandamiento que obedecer. Recuerden que cuando la mano disciplinaria de Dios está sobre nosotros debemos obedecer. Algunos pueden preguntarse, ¿Por qué no nos referimos a la mano de Dios como la mano que guía? ¿Por qué llamarla la mano que nos disciplina? ¿Por qué decir que Dios nos guía por todo el camino, y lugar de decir que Él nos castiga? Dios sabe cual terrible es nuestro mal genio, y nosotros También lo sabemos. Hay muchas personas que nunca obedecerían sin la debida disciplina.

 

B. Aprendemos la obediencia por medio de la disciplina. Debemos estar conciente de la clase de persona que somos a los ojos de Dios. Somos rebeldes y obstinados por naturaleza, somos como niños traviesos que no obedece a menos que el padre tenga una vara en la mano. Todos nosotros somos iguales. Algunos hijos nunca obedecen a menos que se regañen o se le azoten. Se les tiene que dar una azotaina para que hagan caso. Tengan presente que nos estamos refiriendo a nosotros mismos. Solo prestamos atención cuando se nos castiga. Si no se nos azota y sino se nos disciplina, seguimos cometiendo los mismos males. Por esta razón la disciplina es absolutamente necesaria. Deberíamos conocernos a nosotros mismos, no somos tan simples como pensamos. Unos buenos azotes tal vez no nos cambien muchos. El Apóstol Pablo nos mostró que el fin del castigo es hacernos humildes y obedientes. Él dijo: “Nos someteremos muchos mejor al Padre de los espíritus, y viviremos. Debemos aprender a obedecer a Dios y decir: “Dios, estoy dispuesto a someterme a tu disciplina. Todo lo que Tú haces es correcto”.

 

Cinco. La disciplina nos beneficia nosotros. El versículo 10 dice: “Porque aquéllos en verdad nos castigaron por unos pocos días, según les parecía; mas Dios nos disciplina, para nuestro provecho, para que participemos de Su Santidad”. Con frecuencia los padres disciplinan a sus hijos de una manera indebida, porque los disciplinan según sus propios intereses. No se obtiene muchos beneficios de ésta clase de disciplina. Dios nos disciplina para lo que es provecho, para que participemos de Su Santidad.  Este nos es un castigo motivado por el enojo sólo a modo de distribución. La disciplina en la reprensión de Dios no son simplemente un castigo, pues que tiene carácter contractivo, y su objetivo es nuestro beneficio. El propósito de la disciplina no es causarnos daños. La herida que nos inflige produce algo u logra un propósito, este concepto está circunscrito en la esfera de la Ley y los tribunales de Dios.

 

A. Participe de la Santidad de Dios. ¿Qué beneficios tenemos de esta disciplina? Llegamos a ser participe de la Santidad de Dios. Esto es glorioso. La naturaleza de Dios es Santidad, también podemos decir Su Carácter es Santidad. Es por esto que Él se vale de muchas formas para disciplinar a sus hijos. Desde que creímos en el Señor Jesús Dios nos ha estado disciplinado. Él nos disciplina con el propósito de que entremos a su santidad. En Hebreos se refiere específicamente al Carácter de Dios. Que Cristo sea nuestra Santidad, es una cosa, pero que nosotros seamos santificados en Él, es otra. La santidad de la que se habla aquí se forja en nosotros, no es un don que recibamos repentinamente, y se relaciona por nuestra constitución. La _santidad que se menciona aquí es forjada en nosotros por medio de la disciplina, de azotes y de la obra diaria realizada por el Espíritu de Dios en nuestro espíritu. Que tiene el propósito de hacernos participe de su Santidad.

 

Después de sufrir un leve castigo, participamos de Su Santidad. Después de sufrir más corrección, recibimos más Santidad. Si permanecemos bajo la disciplina de Dios conoceremos gradualmente lo que es Santidad. Si permanecemos bajo la disciplina de Dios hasta el final, seremos santos en nuestro carácter. Tengamos presente que la disciplina forja el carácter de Dios en nuestro ser. Que el señor Jesús tenga misericordia de nosotros para que su disciplina siempre repose sobre nosotros y produzca cada vez más santidad, más lecciones aprendidas y más constitución de Dios.

 

B. La constitución de un carácter santo. Después de que aceptamos al Señor Jesús como nuestro Salvador, Él dispone diariamente nuestras circunstancias para disciplinarnos y corregirnos. Necesitamos muchas disciplinas para que Dios pueda forjar en nosotros un carácter santo. Ante Dios nosotros una cantidad limitada de años para crecer en la vida cristiana. Si evadimos la disciplina de dios, o no permitimos que produzca el efecto esperado en nosotros, nuestra perdida será en verdad una perdida eterna.

 

C. La Santidad de Dios como un don y como constitución. Dios no solamente nos imparte su Santidad como un don, sino que también desea que participemos de Ella por medio de la disciplina que nos aplica. Él desea que seamos constituidos de Su Santidad, y quiere forjarla paulatinamente en nuestro ser. Necesitamos toda clave de reveses, dificultades, ajustes, fracasos, exhortaciones y correcciones para poder participar del carácter Santo de nuestro Altísimo Dios. Este es un asunto muy importante.  Dios no nos la Santidad como un simple don, debe ser forjada en nosotros.  Dios tiene que forjar en nosotros su Santidad.     

 

Este es uno de los varios aspectos de la salvación descrita en el Nuevo Testamento. Dios primero nos da algo, y luego forja eso mismo en nosotros. Uno es un dos de Cristo, y el otro es lo que forja el Espiritu de Dios en nosotros. Éste es un aspecto distinto que menciona el Nuevo Testamento. Uno es un don y el otro es algo que se forja en uno.  Entre todas las cosas criciales del Nuevo testamento, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Dios nos hace participe de Su Santidad al disciplinarnos.

 

Seis. La disciplina de Dios produce frutos apacibles de justicia. El vehículo 11 dice: “Ninguna corrección por el presente parece ser motivo de gozo, sino antes, de tristeza; empero más tarde, produce el fruto apacible de justicia para los que son ejercitados por medio de ella”. El Apóstol Pablo aquí destaca las palabras al presente y después. Es un hecho que mientras uno es disciplinado no está contento, sino triste. No piense que es incorrecto sentirse afligido cuando experimenta la disciplina de Dios, pues ésta es un sufrimiento. La Biblia no dice que la cruz sea un gozo. Por lo contrario, afirma que la cruz es una aflicción y nos hace sufrir. El Señor Jesús menospreció el oprobio por el gozo puesto delante de sí. Es perfectamente aceptable que nos duela y nos sintamos afligidos cuando somos disciplinados.

 

Necesitamos aprender la obediencia. Es verdad que ninguna disciplina, al presente parece ser causa de gozo, por el contrario, nos produce tristeza la cual no nos sorprende, ya que es normal que nos sintamos así. El Señor Jesús no consideró las aflicciones un asunto de gozo cuando estaban pasando pro ellas. Por supuesto podemos convertirlas en gozo. El Apóstol Pedro dijo que podemos regocijarnos en las diversas pruebas. 1 Pedro1:6. Por una parte experimentamos sufrimiento, y por otra reconocemos que hay gozo. Como nos sentimos en una cosa, y como juzguemos la prueba es otra cosa. Podemos sentirnos triste, pero al mismo tiempo debemos considerar la prueba como un motivo de gozo.

 

A. Frutos apacibles. En lo que a la disciplina se refiere, los hijos de Dios deben fijar sus ojos en el futuro, no en el presente. Preste atención a ésta oración: “es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da frutos apacible de justicia a los que por Ella han sido ejercitados”. No se centre en los sufrimientos que está atravesando ahora, más bien, mire hacia el futuro apacible de justicia que resultará de ellos.

 

B. Moab se mantuvo quito desde su juventud y reposado sobre su sedimento.  Jeremías 48:11 nos dice: “Moab siempre ha vivido en paz, nunca ha tenido que ir al destierro. Es como el vino que se deja asentar, que no se pasa de una vasija a otra, y por eso nunca pierde su sabor ni su aroma”. ¿Qué se puede obtener de tal quietud? Ellos se volvieron como el vino reposado en su sedimento. Cuando se fermentan unas u otras frutas, el mosto sube a la superficie, y el sedimento se queda en el fondo.

 

El vino flota y el sedimento e hunde. Si se le deja el sedimento, tarde o temprano se arruinará el sabor. Si no se tiene el cuidado, se puede vaciar el sedimento junto con el vino, pero no es suficiente vaciarlo una sola vez en otra vasija, algunos sedimento están resueltos a quedarse en el vino y se pasan a la otra vasija. Se debe seguir vaciando hasta que no quede ningún sedimento. Dios dice que Moab ha estado quieto desde su juventud y que no ha sido vaciado de vasija en vasija. Quienes nunca han pasado por pruebas o castigo no han sido vaciados de vasija en vasijas.

 

Muchas veces se tiene la impresión de que Dios escarba hasta llegar a la raíz de la persona. Es posible que Dios desarraigue a un hermano cuando éste se consagra a Él, quizás todos lo que posee le sea arrancado. Quizás sea despojado de todo lo que tiene. Esto es ser vaciado de vasija en vasija. La mano de Dios nos triturará completamente, a fin de sacar nuestro sedimento.

 

C. Su sabor quedó en él, y su olor no cambió.  Estas palabras son muy solemnes: “quedó su sabor en él, y su olor no ha cambiado. Debido a que Moab no había sido vaciado de vasija en vasija, y debido a que nunca había sido disciplinado y castigado por Dios, su sabor permaneció en él y su olor no cambió. Esta es la razón por la cual Dios tiene que hacer una obra en usted.

 

Él desea eliminar su sabor y cambiar su olor. Él no quiere que usted conserve su propio sabor y su propio olor. He dicho en otras ocasiones que muchas personas están crudas, porque todavía están en su estado original. Nunca han cambiado. Usted tenía cierta clase de sabor antes de creer en el Señor Jesús,  y es probable que hoy, después de 10 años tenga el mismo sabor y el mismo olor. El olor de un objeto emana de su misma sustancia en el estado original. Antes de ser salvo uno tiene cierto olor, si en el presente usted tiene el mismo olor no ha habido ningún cambio en usted. En otras palabras, Dios no ha forjado ni esculpido en usted ni Su Carácter ni Su Santidad. La disciplina de Dios es verdaderamente valiosa. Él desea desarraigarnos y verternos de vasija en vasija. Dios nos disciplina y nos quebranta de diferente manera para que perdamos nuestro olor original y demos frutos apacibles, que produce la justicia.

 

D. El fruto apacible es el fruto de la justicia. Recuerden que el fruto es apacible. El hombre el hombre debe estar en paz con Dios para que éste fruto se produzca. Lo peor que uno puede hacer es murmurar, desesperarse y rebelarse cuando está siendo disciplinado por Dios. Uno puede afligirse por la disciplina, pero no debe murmurar ni rebelarse.  El problema de muchos hijos de Dios radica en que no tienen paz, por esto necesitan el fruto apacible que brota cuando son disciplinados. Si desea que en usted brote el fruto apacible, debe aprender aceptar la disciplina y a no pelear ni discutir con Dios. El fruto apacible es el fruto de la justicia. Si uno ha obtenido el fruto apacible, tiene el fruto de la justicia. La paz es justicia. Si el fruto interior en paz, la expresión exterior es justicia. Si uno tiene el fruto apacible dentro, espontáneamente participará de la Santidad de nuestro Altísimos y glorioso señor Jesucristo.

 

Espero que ninguno de nosotros sea como Moab, que estuvo quieto desde su juventud y que estaba reposado sobre su sedimento. Él no había sido vertido de vasija en vasija ni había estado en cautiverio, por lo tanto, conservaba su sabor en él y su olor no había cambiado. Algunos habían sido creyente por 10, 20, 30 y 40 años, y no han experimentado ningún cambio. No han aceptado ninguna acción de Dios ni se ha sujetados a Él. Así que, conservan su olor original. Si nuestro olor sigue siendo el mismo por 10, 20, 30, 40 años, nunca ha producido frutos apacibles ante de Dios y no se ha forjado en nosotros Su Carácter Santo.  

 

Siente. Conclusión. Hebreos 12:12.13  dice: “Por tanto, renovad las fuerzas de vuestras manos cansadas y de vuestras rodillas debilitadas. Haced sendas derechas para vuestros pies», para que la pierna coja no se disloque sino que se sane. Algunas veces parece que la disciplina hace que las manos se detengan y las rodillas se paralicen. Pero el Apóstol Pablo nos exhorta a no desanimarnos. Puede ser que las manos estén inactiva y las rodillas paralizada, pero en esas circunstancias brota el fruto apacible de justicia.

 

A. Levanten las manos y enderecen las rodillas. No piensen que cuando una persona sufre mucha opresión y disciplina, no le queda nada por hacer. Después de ser disciplinado y quebrantado, necesitamos levantar las manos caídas y enderezar la rodilla paralizada. Si una persona está en paz con Dios, tendrá justicia. Tan pronto como se calme y se someta a Dios, todo se acoplará debidamente. Al humillarnos, somos constituido de un carácter santo .Si usted es flexible y obediente, y si está en paz con el Señor Jesús será constituido de Su Santidad. Tenga presente que aunque haya soportado muchas pruebas y soportado penalidades, de todo modo debe levantar las manos caídas y enderezar la rodillas paralizada.

 

B. Hacer sendas derechas. Al mismo tiempo, debemos hacer sendas derechas para nuestros pies. Podemos decir que hemos avanzado algo en esta senda. Podemos ver claramente en que consiste esta senda. “Para que lo cojo no se disloque sino que se sanado”. Aquellos que se han quedado atrás no tiene que ser dislocado, pueden ser sanado y unidos  a quienes ya han andado por esta senda.

 

Si un hermano se desvía de la senda derecha, tal extravío podría dificultar que otros encuentren la senda derecha, por esta razón debemos ser obediente. Nosotros debemos producir frutos apacibles. Esto no solamente nos mantiene en la senda recta, sino que también abrirá una senda derecha para que otros la sigan. Los cojos podrán andar por este camino y podrá ser sanado. En Hecho 3 se menciona. “Cuando sus pies se fortalecieron, se puso en pies y comenzó a caminar, a saltar y alabar a Dios”. En la actualidad hay muchos cojos en este mundo. Todos ellos pueden ser sanados si nosotros tomamos la senda derecha. Debemos abrir el camino para que todos los hermanos lo sigan.

 

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