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  EL CUERPO DE CRISTO
 

EL CUERPO DE CRISTO

 

POR WATCHMAN NEE

 

Lectura bíblica: Efesios. 1:23; 4:11-13; 5:29-30; Génesis. 2:21-24; 1 Cor. 10:16-17; 12:12-30; Rom. 12:4-8

 

I. LA IGLESIA PROCEDE DE CRISTO. Génesis 2 nos muestra que Dios tomó una costilla de Adán y con ella hizo a Eva. Esto tipifica la relación que existe entre Cristo y la Iglesia. Tal como Eva procede de Adán, la Iglesia procede de Cristo. Fue de Adán que Dios formó a Eva; asimismo, es de Cristo que Dios creó a la Iglesia. Dios no sólo nos ha dado la Gracia, el poder y la Naturaleza de Cristo, sino que Él también nos ha dado el Cuerpo de Cristo. Dios nos ha dado Sus huesos, Su carne y Su persona misma, de la misma forma en que Él le dio a Eva una costilla de Adán. Entonces, ¿Qué es la Iglesia? La Iglesia procede de Cristo. La Biblia nos muestra que Cristo es la Cabeza de la Iglesia y que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. En forma individual, todos los cristianos son miembros del Cuerpo de Cristo y proceden de Cristo.

 

Es importante que nos percatemos de una cosa: El Cuerpo de Cristo está en la tierra, pero no es una entidad terrenal. Es una entidad celestial, pero está en la tierra. Cuando Saulo perseguía a la Iglesia, camino a Damasco el Señor Jesús le dijo: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?” (Hechos. 9:4). Lo que el Señor dijo fue muy extraño. Él no dijo: “Saulo, Saulo, por qué persigues a Mis discípulos”, sino: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?”. El Señor no dijo: “Por qué persigues a Mi iglesia”, sino: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?”. Esto le mostró a Pablo que la Iglesia y Cristo son una unidad. La Iglesia es una con Cristo, al punto que cuando alguno es hostil o persigue a la Iglesia, en realidad, persigue a Cristo. Esto también nos muestra que el Cuerpo de Cristo está en la tierra; si estuviera en los cielos, nadie podría perseguirlo.

 

Puesto que el Cuerpo de Cristo está en la tierra, Pablo pudo perseguirlo. Debido a que el Cuerpo de Cristo es la Iglesia que está en la tierra, al perseguir a la iglesia, Pablo perseguía al Señor mismo. Muchos dicen que la manifestación del Cuerpo de Cristo es algo que ocurrirá en los cielos. Afirman que uno tiene que esperar hasta que esté en el cielo para presenciar la manifestación del Cuerpo de Cristo. De ser así, la persecución que Pablo desató en contra de la iglesia no podría haber sido considerada como una persecución en contra del Señor. Pero el Señor dijo que, al perseguir a la iglesia, Saulo lo estaba persiguiendo a Él. Por ende, el Cuerpo de Cristo se manifiesta en la tierra, no en los cielos. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, está en la tierra; nosotros tenemos que expresar a este Cuerpo mientras estamos aquí en la tierra. Si bien la Cabeza está en los cielos, el Cuerpo y la Cabeza son uno. El Cuerpo que está en la tierra y la Cabeza que está en los cielos forman una sola entidad. Por lo tanto, perseguir al Cuerpo es perseguir a la Cabeza. Perseguir a la Iglesia equivale a perseguir al Señor. Los dos son uno y es imposible separarlos.

 

Quizá algunos se pregunten: “¿En los días de Pablo, cómo se podía expresar el Cuerpo de Cristo en la tierra? Desde el tiempo en que Pablo vivió en la tierra hasta ahora, han transcurrido mil novecientos años. Cada año, un sinnúmero de personas en todo el mundo es salva y añadida al Cuerpo de Cristo. Muchos más se añadirán en los días y años por venir. ¿Cómo entonces la Iglesia del tiempo de Pablo pudo ser llamada el Cuerpo de Cristo?”. Un hermano del siglo diecinueve nos dio una muy buena respuesta. Él dijo que la Iglesia es como un ave. Cuando recién sale del cascarón, las plumas no se han desarrollado bien, y aun así, podemos decir que es un ave. Cuando crece, se continúa diciendo que es un ave. Las plumas le salen espontáneamente, no son traídas de otra parte. El crecimiento y la madurez del ave son el resultado de la operación interna que es propia de la vida de dicha ave. Es así como la Iglesia crece hoy. Aunque la Iglesia que Pablo perseguía estaba en su infancia, de todos modos era el Cuerpo de Cristo. Desde entonces y hasta el día de hoy, nada externo le ha sido añadido; sencillamente ha madurado.

 

Si bien hoy, en lo que respecta a su tamaño, la Iglesia en la tierra es muy pequeña; no obstante, es perfecta en sí misma. Todo el crecimiento de la Iglesia se gesta en el interior de ella misma; su crecimiento procede de Cristo. Hoy, la Iglesia que está en la tierra es el Cuerpo de Cristo. Aparentemente, los que son salvos son añadidos a la Iglesia, pero en lo que concierne a la realidad espiritual, jamás ninguna persona se ha integrado a la Iglesia. El Cuerpo de Cristo crece por sí mismo y a partir de sí mismo. Este crecimiento continuo procede de la Cabeza. La Iglesia es simplemente la extensión del Cuerpo de Cristo aquí en la tierra. La Iglesia mora en la tierra, pero procede de la Cabeza celestial. Al mismo tiempo, la Iglesia es un Cuerpo que está en unidad con la Cabeza.

 

Debemos tener bien en claro lo que es la iglesia a los ojos de Dios. Ella es el Cuerpo de Cristo. Por consiguiente, nada que sea más reducido que el Cuerpo podrá ser la base para la formación de una iglesia. No podemos establecer una iglesia basándonos en doctrinas, ni en sistemas, ni en ritos. Tampoco podemos establecer una Iglesia tomando como base el nombre de un fundador o un determinado lugar de origen, pues todas estas cosas son más pequeñas que el Cuerpo de Cristo. Si deseamos establecer una Iglesia en una localidad, tenemos que aprender a permanecer firmes en el terreno del Cuerpo. Tenemos que recibir y aceptar a todos aquellos miembros del Cuerpo de Cristo que tienen comunión en el Cuerpo de Cristo. Todo aquel que está en el Cuerpo y pertenece al Cuerpo, es un hermano o hermana en la Iglesia. Si nos mantenemos firmes en la posición que corresponde al Cuerpo de Cristo, es probable que nuestro número sea muy reducido, pero contaremos con la base necesaria para formar la Iglesia. Sin embargo, si no permanecemos firmes en nuestra posición como Cuerpo de Cristo, no tendremos la base requerida para formar una Iglesia, aun cuando podamos ser muy numerosos.

 

Si en una localidad se establece una Iglesia cuya base es el Cuerpo de Cristo, nadie debe separarse de ella para establecer otra Iglesia aduciendo diferencias en cuanto a sus doctrinas, sus puntos de vista o sus opiniones. La base de la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. El deseo de defender cierta doctrina no es una base legítima para formar una Iglesia. Si la base de la primera “Iglesia” no es el Cuerpo de Cristo, obviamente uno podrá establecer allí una Iglesia que tenga como base el Cuerpo de Cristo. Pero si la base de la primera Iglesia es en verdad el Cuerpo de Cristo, debemos mantenernos en comunión con ella. No podemos salir de ella y formar otra “iglesia” que sea nuestra.

 

Una Iglesia local debe incluir a todos los hijos de Dios que viven en esa localidad. La Iglesia toma el Cuerpo de Cristo como su unidad fundamental. Si hay hermanos y hermanas que no desean venir, eso es problema de ellos. La Iglesia no debe imponer ninguna condición a nadie, aparte de la necesidad de reconocer el Cuerpo. El Cuerpo es la única condición requerida para establecer una Iglesia. Una Iglesia no puede ser más reducida que el Cuerpo de Cristo. En otras palabras, todo el que sea de Cristo debe estar en la Iglesia; todo aquel que esté en el Cuerpo de Cristo, no deberá ser rechazado.

 

Sin embargo, aceptar a alguien que no esté en el Cuerpo de Cristo o recibir como miembros a los incrédulos, es extenderse más allá del Cuerpo de Cristo. Tal entidad ya no sería la Iglesia de Cristo, sino una organización llena de confusión. En conclusión, cualquier entidad que sea más reducida o más extensa que el Cuerpo de Cristo, no es la Iglesia de Cristo.

 

II. LA IGLESIA ES UNA EN EL ESPÍRITU SANTO. En 1 Corintios 12:12-13 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo. Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean israelitas o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.

 

Ya hemos visto que la Iglesia procede de Cristo. Ahora quisiéramos examinar en qué forma la Iglesia es una en el Espíritu Santo. La Iglesia procede de Cristo, lo cual nos habla de su origen. Todo cristiano posee una nueva vida. Esta única vida, la vida de Cristo, ha venido a ser millones de cristianos. En Juan 12 se habla del grano de trigo que cae en la tierra y muere, y lleva mucho fruto. Todos los granos que produjo aquel único grano comparten la misma esencia. Un solo grano ha llegado a convertirse en muchos granos, los cuales, a su vez, proceden de ese único grano. ¿Cómo es posible que los cristianos que comparten la misma vida, siendo muchos, puedan llegar a constituir el Cuerpo de Cristo, el cual es uno solo? Aquí es donde interviene la obra del Espíritu Santo. Cristo, siendo uno solo, ha llegado a convertirse en millones de cristianos. Entonces, el Espíritu Santo bautiza en un solo Cuerpo a estos millones de cristianos. Esta es la enseñanza fundamental que se registra en 1 Corintios 12:12-13. El Cuerpo es uno solo; sin embargo, lo conforman muchos miembros. ¿Cómo pueden los muchos miembros llegar a ser un solo Cuerpo? “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo”. En otras palabras, el Cuerpo llega a existir por medio del bautismo. Es por medio del bautismo en el Espíritu que los muchos cristianos pueden ser inmersos en un solo Cuerpo. Es como si todos los cristianos fuesen piedras extraídas de una misma roca, y el Espíritu Santo fuese el cemento en virtud del cual esas piedras vuelven a ser reunidas para llegar a ser una sola roca.

 

El Cuerpo de Cristo mantiene dos principios básicos: primero, aparte de lo que proviene de Cristo, el Cuerpo de Cristo no puede existir; y segundo, aparte de la operación del Espíritu Santo, el Cuerpo de Cristo no puede existir. En primer lugar, tenemos que experimentar el bautismo efectuado por el Espíritu y ser llenos interiormente del Espíritu. A fin de constituir el Cuerpo, todos los hijos de Dios tienen que ser bautizados por el Espíritu. Según Hechos 2, esto fue lo que sucedió el día de Pentecostés. Muchos habían recibido la vida del Señor y llegaron a ser Sus miembros. Luego el Señor los bautizó en un solo Cuerpo por medio del Espíritu Santo. Los que conocen al Señor y al Espíritu Santo también conocerán Su Cuerpo único. Hay muchos miembros en el cuerpo humano, pero la cabeza los gobierna a todos ellos por medio del sistema nervioso. De igual manera, la Cabeza de la Iglesia une a los muchos miembros en un solo Cuerpo por medio del Espíritu Santo. La iglesia procede de Cristo y llega a conformar un solo Cuerpo en el Espíritu Santo. La comunión y la participación mutua entre los cristianos debe basarse en que hemos tomado como base al Cuerpo de Cristo. No tenemos ninguna otra relación aparte de esta. No somos uno porque todos seamos israelitas o griegos. Debido a que todos somos miembros del Cuerpo de Cristo, tenemos una comunicación muy íntima los unos con los otros. El Cuerpo es la base de nuestra comunión.

 

Nuestra comunión en la Iglesia debe estar basada únicamente en el hecho de que en el Cuerpo, somos miembros los unos de los otros. No debemos mantener ninguna comunión que se base en ningún otro fundamento. Cualquier comunión que se tenga fuera del Cuerpo de Cristo es una división. Cualquier comunión que no sea tan amplia como el Cuerpo mismo y que, en efecto, sea inferior al Cuerpo de Cristo, no es la comunión del Cuerpo de Cristo. Toda delimitación que sea diferente de la que posee el Cuerpo, aun cuando no contradiga los límites del Cuerpo, es un estorbo para los límites que posee el Cuerpo. Tal variación de límites siempre representará un obstáculo para la comunión del Cuerpo. No podemos aceptar ninguna comunión que sea diferente del Cuerpo. Estamos aquí para mantener la comunión de los cristianos, la comunión del Cuerpo, y no para crear una comunión que sea más reducida que el Cuerpo mismo.

 

III. EL SERVICIO EN EL CUERPO. En 1 Corintios 12:14-21 dice: “Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dice el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, no por eso deja de ser del cuerpo... Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿Dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿Dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿Dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros”. Y se añade en los versículos 28-30: “Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente Apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros, luego obras poderosas, después dones de sanidad, ayudas, administraciones, diversos géneros de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos obras poderosas? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Interpretan todos?”. En el Cuerpo de Cristo hay muchos miembros a los cuales el Espíritu Santo les imparte toda clase de dones y ministerios según lo necesite el Cuerpo. El Señor concede a los miembros diferentes clases de dones y ministerios con el fin de suplir la necesidad de todo el Cuerpo. El Señor sabe que Él no hará que todo el Cuerpo sea sólo ojos u oídos. El Señor da a los miembros diferentes dones y ministerios como un suministro para todo el Cuerpo. Así como el cuerpo humano necesita todos sus miembros, la iglesia necesita las diferentes clases de dones y ministerios en el servicio espiritual. Algunos sirven en el ministerio de la Palabra, otros realizan obras poderosas; algunos ejercen el don de sanidad, otros ayudan; algunos hablan en lenguas y otros interpretan, etc. La Iglesia debe darles a todos los hermanos y hermanas amplia oportunidad para servir. Todos los miembros, incluyendo los menos decorosos, son útiles en el ministerio del Espíritu. Es imposible que el Cuerpo tenga un miembro inútil. Todo hermano y hermana es miembro del Cuerpo y, como tal, posee su propia función y servicio. Siempre y cuando usted sea cristiano, usted es un miembro del Cuerpo de Cristo y, como tal, debe desempeñar su propio servicio delante de Dios. Debemos honrar la práctica del servicio universal. Todo cristiano debe tener su respectiva función y debe servir al Señor según la misma.

 

Todos los miembros de la iglesia deben descubrir en qué pueden servir. Todos deben servir, y nadie debe crear un monopolio. Un miembro, o unos cuantos, no deben hacer todas las cosas, reemplazando así a los demás. Cualquier sistema que no garantice a todos los miembros la oportunidad de desempeñar su función, ciertamente no es del Cuerpo. En el cuerpo físico, los ojos, la boca, los pies y las manos pueden estar muy ocupados; sin embargo, jamás se contradicen entre ellos. Algo anda mal cuando sólo los ojos desempeñan su función, mientras la boca, los pies y las manos no lo hacen. Si los ojos, la boca, los pies y las manos operan conjunta y coordinadamente como una sola entidad, esto es el cuerpo. Pero si sólo algunos sirven y otros no, o si solamente uno o unos cuantos sirven, esto no es el Cuerpo de Cristo. Debemos entender claramente este principio.

 

Romanos 12:4-8 dice: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y miembros cada uno en particular, los unos de los otros. Y teniendo dones que difieren según la Gracia que nos es dada, si el de profecía, profeticemos conforme a la proporción de la fe; o si de servicio, seamos fieles en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con sencillez; el que preside, con diligencia; el que hace misericordia, con alegría”. Otro aspecto al cual se le debe prestar especial atención en el Cuerpo es el hecho de que cada miembro recibe una gracia y un don que son distintos de los demás. El pasaje de 1 Corintios 12 hace hincapié en el ministerio de la palabra y en los dones milagrosos. El pasaje de Romanos 12, además de hablar del ministerio de la palabra, menciona que existen ministerios de otros servicios en la Iglesia. Hay quienes dan, algunos presiden y otros hacen misericordia. Todo esto podría ser considerado como la labor que es propia de los levitas. Estos son servicios que conciernen a los asuntos prácticos.

 

Romanos 12 nos muestra que todo aquel que tiene algún don, debe desempeñar su función en conformidad con el don que Dios le haya dado, sea en el ministerio de la Palabra o en el servicio. El que tiene el don de profecía, debe profetizar; el que tiene el don del servicio, que sirva; el de la enseñanza, que enseñe; el de la exhortación, que exhorte; el que tiene el don de dirigir, que presida con diligencia en la Iglesia. En otras palabras, todos deben servir. Todos deben tener un servicio específico y deben ser fieles en dicha función. Cada uno, delante de Dios, debe saber qué puede hacer y cuál es el don que ha recibido del Señor. Tal conocimiento deberá dirigir a dicha persona a cumplir, específicamente, una determinada función. Nadie debe sobrepasar los límites de su propia función, ni debe asumir el servicio que les corresponde a otros. Ningún miembro debe tomar el lugar de otro, y ninguno debe renunciar a ejercer su propia función. Todos deben servir juntos, y cada uno debe dedicarse por entero a su propia labor. De esta manera, el Cuerpo de Cristo será expresado.

 

El Cuerpo no puede permitir que ningún miembro descuide su deber. Si el ojo no puede ver, todo el Cuerpo queda en tinieblas. El Cuerpo entero no podrá andar, si los pies se niegan a caminar. Los ojos deben ver, y los pies deben andar. Aunque el don que usted recibió de Dios sea pequeño, usted no debe ocultarlo. Aunque sólo sea un talento (Mateo. 25:14-30), no debe guardarlo ni descuidarlo. Sea el don pequeño o grande, sean “cinco talentos”, “dos talentos” o “un talento”, tiene que usar lo que recibió y servir en conformidad con lo que recibió. Si se niega a darse a este servicio y entierra su talento, la iglesia sufrirá. El Cuerpo sufrirá gran pérdida si unos cuantos miembros del Cuerpo rehúsan desempeñar sus respectivas funciones.

 

No es fácil encontrar miembros de cinco talentos en la Iglesia, pero todo hijo de Dios, no importa cuán pequeño sea su don, tiene por lo menos un talento. Si todos los de un talento toman la determinación de servir, serán más eficaces que aquellos pocos que tienen cinco talentos. Si todos los que tienen un talento toman la determinación de servir, la Iglesia ciertamente florecerá. Todos los que poseen un talento deben levantarse a servir. Si la Iglesia prospera o no, depende de si los de un solo talento se levantan a servir. Si sólo unas cuantas personas se dedican a laborar y a trabajar, eso no es la Iglesia. Pero si todos los hermanos y hermanas sirven y laboran, se producirá el servicio de la Iglesia y las funciones del Cuerpo. Ya no es posible que unos cuantos miembros asuman las funciones de todo el Cuerpo de Cristo. Espero que todos aquellos que tengan “un talento” lo desentierren. Todo aquel que tiene la “mina”, debe tener presente que el pañuelo es para secar el sudor de su frente y no para envolver la mina (Lucas. 19:20). Debemos aprender a servir según nuestras habilidades. Cuando todos se levanten a servir, y ninguno transfiera su propia responsabilidad a otro, entonces se tendrá la Iglesia.

 

IV. LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO. Efesios 4:11-13 dice: “Y Él mismo dio a unos como Apóstoles, a otros como Profetas, a otros como Evangelistas, a otros como Pastores y Maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

 

Las personas de las que se habla aquí son ligeramente diferentes de las que se mencionan en Romanos 12 y en 1 Corintios 12. Estas personas son los ministros de la Palabra. Cuando Dios dio a la Iglesia los ministros de la Palabra, Su intención era la edificación del Cuerpo de Cristo. Los ministros de la Palabra tienen un lugar especial en la edificación del Cuerpo de Cristo. Para que el Cuerpo de Cristo sea edificado, debemos pedir a Dios que haya más ministros de la Palabra.

 

Al mismo tiempo, la Iglesia debe proveer amplias oportunidades a los nuevos creyentes para que se manifiesten y descubran si son ministros de la Palabra. No debemos poner obstáculos a los dones que Dios les haya dado. No debemos privarlos de la oportunidad de manifestarse como ministros de la Palabra. A fin de que el Cuerpo de Cristo sea edificado, es necesario que la Iglesia le pida a Dios que dé más ministros de la Palabra. Además, la Iglesia debe proveer amplia oportunidad a cada miembro para que se manifieste como ministro de la Palabra.

 

V. EL TESTIMONIO DEL CUERPO. En 1 Corintios 10:16-17 dice: “La copa de bendición que bendecimos, ¿No es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿No es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por consiguiente, su misión en la tierra es ser la expresión de ese Cuerpo y manifestar la unidad del Cuerpo. Así pues, la Iglesia debe mostrar a los hombres que el Cuerpo es uno solo. La Iglesia no tiene que esperar hasta llegar al cielo para expresar la unidad del Cuerpo. La Iglesia expresa la unidad del Cuerpo de Cristo mientras está aquí en la tierra.

 

“Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo”. El Nuevo Testamento le da especial importancia al partimiento del pan. Siempre que nos reunimos en el día del Señor para partir el pan y recordar al Señor, reconocemos que el cuerpo del Señor fue partido por nosotros. Además, expresamos que el Cuerpo es uno. El partimiento del pan representa el hecho de que nuestro Señor, en la cruz, se entregó por nosotros en amor; la unidad hace referencia a la unión que hay entre los hijos de Dios. Cada día del Señor, cuando acudimos al Señor, reconocemos que Su cuerpo fue partido por nosotros y que todos los hijos de Dios son uno. Por un lado, damos testimonio de que el cuerpo del Señor fue partido por nosotros; por otro, testificamos que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y que dicho Cuerpo es uno solo. Aunque somos muchos, somos un solo pan y un solo Cuerpo, y así expresamos la unidad. Todo aquel que entiende lo que es el Cuerpo de Cristo, ofrece este testimonio en el día del Señor, ya que ese día testifica que hay un solo pan. A los ojos de Dios, este pan es el centro de todas las reuniones. Los hijos de Dios deben reunirse con el fin de partir el pan y de tener comunión mutua. Cuanto mejor uno conozca el Cuerpo de Cristo, más dará testimonio de la unidad del Cuerpo por medio del partimiento del pan. El partimiento del pan es un recordatorio de la muerte del Señor y una expresión de la unidad del Cuerpo. “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo”. Hacemos esto para mostrarle al mundo, al universo y a toda la creación que ¡la Iglesia es un solo Cuerpo!

 

Que el Señor nos conceda Su Gracia y nos muestre claramente que la base sobre la cual se forma la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. En el Cuerpo, somos miembros los unos de los otros. Mediante el bautismo del Espíritu, somos constituidos un solo Cuerpo. Por tanto, nuestra comunión se debe basar exclusivamente en el Cuerpo de Cristo. En el Cuerpo, todos los miembros poseen su propia función y todos ellos deben servir. Por el bien de la Iglesia, debemos pedirle a Dios que nos dé más ministros de la Palabra, esto es, ministros que perfeccionen a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Además, mediante el partimiento del pan, nosotros debemos dar expresión al testimonio de la unidad del Cuerpo de Cristo. ¡Qué Dios nos bendiga a todos nosotros!

 

Hermanochencho777@hotmail.com

 

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